
El 13 de Mayo de 2014, Swans lanzó To Be Kind, un álbum doble que no sólo consolidó su estatus como una de las bandas más radicales y transgresoras del siglo XXI, sino que lo hizo a través de un gesto profundamente incómodo: extender el lenguaje del rock a su punto de ruptura emocional y físico. Si algo queda claro después de escuchar este disco es que Swans no están interesados en agradar, sino en transformar, así sea a golpes, a repeticiones y gritos.
Michael Gira, el líder absoluto de esta maquinaria, no ofrece respuestas, sino estados. Lo que presenta aquí no es un conjunto de canciones, sino una serie de procesos hipnóticos que se sienten más como rituales que como piezas musicales convencionales. To Be Kind no es amable. Es obsesivo, reiterativo, pero en esa insistencia hay algo profundamente espiritual, casi chamánico. Su música no se acumula, se transfigura. Cada riff, cada golpe de batería, cada frase repetida hasta el agotamiento, parece destinada a disolver el yo y enfrentar al oyente con su propio abismo. (el más duro de todos)

Desde el primer track, “Screen Shot”, Swans establece una lógica que se mantendrá durante las dos horas que dura el disco: la repetición no es redundancia, es transfiguración. Un bajo monolítico, riffs secos, y la voz de Gira —mitad predicador, mitad poseído— se combinan para producir una tensión que se estira como un alambre caliente. A lo largo del disco, la banda construye piezas que no evolucionan de manera progresiva sino por acumulación: “Just a Little Boy (For Chester Burnett)” se arrastra como un animal herido que muta en bestia, mientras que “Bring the Sun / Toussaint L’Ouverture” —de más de 34 minutos— es una de las piezas más brutales, bellas y desquiciadas jamás grabadas en el rock experimental. Es un caballo que no galopa: patea, ruge y al final se convierte en grito puro.
La crudeza del álbum no es solo sonora, también es emocional. Hay una violencia que no remite a lo físico sino a lo existencial. En canciones como “A Little God in My Hands” o “Oxygen”, el funk disonante y los gritos saturados convierten el cuerpo en campo de batalla. La voz de Gira no canta, interroga. No consuela, exorciza. To Be Kind es, en el fondo, una exploración radical de lo que significa amar, desear, poseer, renunciar. Y esa “amabilidad” del título no es más que una ironía brutal: ser amable, en el universo de Swans, es despojarse del ego hasta quedar expuesto, temblando.
Y sin embargo, dentro de ese ruido abrumador, hay momentos de una belleza cruda e innegable. El uso de dinámicas extremas —silencio seguido de catarsis, crescendos de veinte minutos, secciones que parecen colapsar bajo su propio peso— genera un efecto casi litúrgico. En su caos, Swans encuentra orden. En su ruido, encuentra comunión.
La producción a cargo del propio Gira junto a John Congleton es de una claridad quirúrgica. Cada instrumento respira, cada golpe se siente como si estuvieras dentro del estudio, o dentro de la caja torácica de una bestia. El uso de elementos como cuerdas, vientos y percusiones metálicas no es ornamental: son parte del sistema nervioso del disco. No hay relleno. Todo es necesario. Todo duele.
Las colaboraciones también suman dimensión: Annie Clark (St. Vincent) aparece de forma discreta pero efectiva en coros y guitarras, aportando una sutileza espectral en medio del vendaval. Thor Harris y Christoph Hahn (miembros clave del renacimiento de Swans desde The Seer) son responsables de convertir la percusión y las texturas en elementos tectónicos. Más que músicos, son médiums.
To Be Kind no es solo uno de los discos más ambiciosos del catálogo de Swans, es también uno de los más desafiantes e importantes de la última década. Un álbum que no puede disfrutarse de fondo, ni digerirse en una escucha casual. Es una obra que exige entrega absoluta. Que exige que la música vuelva a doler, a pesar, a cambiarte. Su propuesta no es estética sino existencial. ¿Puedes soportar la intensidad de ser? ¿Hasta qué punto puede el amor volverse delirio?
Lo que Swans entregó aquí es un monumento sonoro a la obsesión humana, al deseo de trascender por medio del ruido, al delirio como forma de empatía. To Be Kind no es amable. Es necesario.