
Parece que fue ayer cuando vivimos el fenómeno Motomami, pero hoy celebramos tres años desde su lanzamiento. Este álbum no solo marcó un antes y un después en la carrera de Rosalía, sino que también redefinió los límites de la música contemporánea. Aprovechamos este aniversario para reflexionar sobre su impacto, su audacia creativa y por qué sigue siendo un referente en la industria musical.

Rosi llegaba a Motomami con el peso de haber revolucionado la música con El Mal Querer (2018), un álbum que fusionaba flamenco con sonidos electrónicos y narrativas literarias. La expectativa era alta: ¿seguiría explorando esa línea o se aventuraría por un camino completamente nuevo? La respuesta fue contundente: Rosalía no solo cambió de dirección, sino que reinventó su arte.
Motomami es un viaje que desafía géneros y convenciones. Aquí, Rosalía se despoja de cualquier etiqueta y abraza una libertad creativa sin precedentes. Desde bachata y flamenco hasta reggaetón, jazz, pop experimental y baladas íntimas, el álbum es un collage de influencias que, lejos de sentirse dispersas, se entrelazan bajo una visión artística única.
Uno de los pilares de Motomami es su producción impecable, un dream team con Rosalía al mando. Quien no solo co-produce todos los tracks, sino que también actúa como directora creativa, asegurándose de que cada detalle esté al servicio de su visión. El equipo de producción es un sueño para todo clavado de la música, pues incluye a nombres como Noah Goldstein (colaborador de Kanye West), Pharrell Williams, El Guincho, Michael Uzowuru, Tayhana, Sir Dylan y James Blake, entre otros.
La magia de Motomami radica en cómo estos talentos convergen sin competir. Rosalía funciona como el eje central, uniendo las ideas de cada colaborador bajo un concepto coherente y audaz. El resultado es una simbiosis perfecta entre lo experimental y lo accesible, lo íntimo y lo explosivo.

Cada track en Motomami es una declaración de intenciones. Desde el frenesí de “SAOKO”, que abre el álbum con una explosión de reggaetón y jazz, hasta la intimidad de “HENTAI”, una balada producida por Pharrell que combina sensualidad y vulnerabilidad, el álbum no deja de sorprender.
- “CUUUUuuuuuute” es una joya experimental que juega con el contraste entre lo dulce y lo grotesco.
- “CHICKEN TERIYAKI” es una oda al empoderamiento, con un beat hipnótico y letras que celebran la autoconfianza.
- “G3 N15” cierra el álbum con una balada flamenca que recuerda a su trabajo anterior, pero con una madurez renovada.
Cada canción es un mundo, pero todas están conectadas por la voz única de Rosalía y su capacidad para transformar lo personal en universal.
Motomami no solo consolidó a Rosalía como una de las artistas más innovadoras de su generación, sino que también la colocó en la élite de la industria. El álbum fue aclamado por la crítica y los fans, ganando premios como el Grammy Latino al Mejor Álbum del Año y el Grammy al Mejor Álbum de Música Urbana.
Pero su impacto va más allá de los reconocimientos. Motomami rompió barreras culturales y generacionales, atrayendo tanto a amantes del pop mainstream como a audiencias más especializadas. Incluso aquellos que inicialmente se mostraron escépticos terminaron reconociendo su genialidad.
Además, el álbum catapultó a Rosalía a un estatus de “Tier A” en la industria. Hoy, es amiga y colaboradora de leyendas (e ídolos para ella) como Mike Dean y Rick Rubin, quien incluso la invitó a su podcast ‘Tetragrammaton‘ para hablar sobre su proceso creativo.
Tres años después, Motomami sigue siendo un referente. No solo por su audacia musical, sino por cómo Rosalía logró crear un álbum que es, al mismo tiempo, personal y universal, experimental y accesible. Es un proyecto que desafía las expectativas y redefine lo que significa ser una artista en el siglo XXI.
¿Y tú? ¿Cuál es tu track favorito de Motomami?