
Antes de los himnos de protesta, antes de convertirse en el primer rapero en ganar un Pulitzer, antes de llenar estadios con piezas que mezclan free jazz y confesión espiritual, Kendrick Lamar era un joven de Compton escribiendo sobre lo que conocía mejor: su gente, sus calles, y la herencia traumática de ser afrodescendiente en Estados Unidos.
Section.80 no fue solo su debut oficial como solista; fue una introducción ambiciosa a una de las mentes más importantes del hip-hop contemporáneo. A 14 años de su lanzamiento, este disco sigue siendo un manifiesto generacional camuflado como el mejor disco de Hip-hop de su año, un prólogo que no sólo anunciaba la llegada de un nuevo rapero, sino de un artista dispuesto a escalar las capas del sistema hasta hacerlas temblar desde dentro.
Section.80 fue el primer gran paso para mostrar que Kendrick era un artista que veía al hip-hop no como fórmula, sino como campo de experimentación. Con producción de Sounwave, THC, Terrace Martin y e incluso J.Cole , el álbum se nutre de un sonido cálido que recuerda a los 90, pero reconfigurado desde una sensibilidad moderna: bajos pesados, samples soul, beats espaciales y texturas digitales incluso lo-fi que dan el paso a algo más conceptual. No es tan cinematográfico como good kid, m.A.A.d city, ni tan arriesgado como To Pimp A Butterfly, pero carga con una crudeza y cohesión que lo vuelven esencial. Es, en muchos sentidos, la semilla de ambas obras maestras.
Tracks como “HiiiPower”, producida por J. Cole, se presentan como una síntesis del ethos de Kendrick: conciencia política, crítica social, y espiritualidad callejera. El mensaje es claro: no se trata de predicar, sino de entender de dónde venimos y a qué se nos ha condicionado, funcionando casi como un manifiesto del álbum entero, conectando el poder individual con el colectivo en un acto de resistencia cultural.
A diferencia de las grandes historias que vendrían después, Section.80 se construye desde lo micro: historias fragmentadas de mujeres como Tammy o Keisha, que sirven como metáforas de una generación rota por la violencia, el machismo y la herencia del crack. En “Keisha’s Song (Her Pain)”, K. Dot narra con dolor casi periodístico el ciclo brutal de la explotación sexual y la indiferencia estructural. No hay final feliz. Solo reflejo.
Otro de los cortes más memorables, “A.D.H.D”, se convirtió rápidamente en un himno millennial para una juventud marcada por la medicalización, la alienación y el escapismo químico. Se habla de una generación que ha perdido el rumbo no por apatía, sino por una constante dieta de trauma y desinformación. Lo hace sin juzgar, desde el cuerpo mismo del problema, como quien describe su entorno desde adentro, y con los dos pies aún en el lodo.

“Ronald Reagan Era”, “No Make-Up (Her Vice)”, “Chapter Ten”… cada track es una cápsula de una realidad específica, pero resuenan con una potencia universal. Kendrick se muestra aquí como un observador implacable e imparable, pero también como un joven aún descubriendo su voz política. A diferencia de sus trabajos posteriores, Section.80 es más reactivo que propositivo, más pregunta que respuesta. Y ese es justo su poder. Cuestionarse a sí mismo y su entorno entre jammings de jazz.
Section.80 es entonces el génesis. La historia antes del mito. Aquí aún hay duda, contradicción,incluso se bromea con la situación. Pero también hay semillas de todo lo que vendría después: el uso del spoken word, el liricismo complejo, la crítica social afilada, y sobre todo, la búsqueda incansable de autodefinición dentro de una estructura diseñada para anularte y hacerte perder la esperanza.
Section.80 no fue pensado para los premios. Fue pensado como un testimonio. Y eso se nota. Kendrick no se muestra aún como la figura pública que llegaría a ser, sino como un joven afroamericano que observa y escribe desde las fracturas de su hood, de su país y de su historia.
Con este disco, Lamar dejó claro que su rap no era ni moda ni freestyle vacío: era literatura social, documento afectivo y herramienta política. Su manera de construir personajes femeninos, de retratar lo cotidiano sin caer en el morbo, de cuestionar incluso a sus propios ídolos (como en “Ab-Soul’s Outro”), es algo que pocos artistas de su generación se atrevieron a hacer con tanta claridad.
Hoy, Section.80 es más que un debut. Es la advertencia de que algo grande se acercaba. Escucharlo ahora, con la distancia que dan tres o cinco álbumes icónicos, múltiples premios y una voz que ha llegado hasta la Casa Blanca, es entender que desde el principio Kendrick ya lo sabía. Ya tenía la visión.
Fue en este disco donde se plantaron las raíces que luego lo harían florecer como cronista del racismo sistémico, como poeta del dolor afroamericano, y como uno de los artistas más importantes del siglo XXI.
Kendrick no pidió permiso. Comenzó hablando de lo pequeño para terminar hablándonos de todo.
Section.80 fue el inicio. Lo demás… es historia viva.
Por: Jorxx Feral